Desde temprano: El impulso de superación está íntimamente ligado
a la sobrevivencia y a las tendencias de dominio que posee el hombre. Este
impulso se presenta muy tempranamente en nuestra vida y es posible observarlo
con claridad en los juegos infantiles. En estos, el niño repite en forma activa
aquello que ha vivenciado previamente en forma pasiva. El juego sirve además
como conducta que modela, limita, y recrea la fantasía del niño.
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Profunda será la relación que se puede establecer entre el juego y el deporte ya que ambos tienen aspectos similares con el común denominador del placer como afecto primordial.
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Profunda será la relación que se puede establecer entre el juego y el deporte ya que ambos tienen aspectos similares con el común denominador del placer como afecto primordial.
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En estos juegos sera posible hallar factores que
hacen a la competencia, siendo un claro ejemplo el ejercicio de los roles
vinculados a la autoridad, donde el niño aprende a manejarse con códigos en
donde existe el líder, el que depende el que se mejora, el que compite. Estos
juegos encontramos implícita la satisfacción imaginaria de necesidades vitales,
dando sentido a toda la estructura personal tanto la física como la
psicosocial. Estas necesidades vitales durarán toda la vida y a “posteriori”
pueden ser satisfecha por las profesiones, el deporte y otras actividades
canalizantes.
En todas estas es posible también la
sublimación de la constitucional y natural agresividad humana, con el
consecuente beneficio secundario.
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Una adecuada competencia infantil favorece la
evolución a diferentes, posteriores y más estructurados estadios que
incrementan y facilitan la madurez físico emocional del niño..
De aquí la importancia del “juego-deporte” a edades tempranas. El niño (y el adulto) al irse autosuperando en sus metas y marcas, ya adquiriendo una noción profunda del perfeccionamiento de sus propios recursos personales.
De aquí la importancia del “juego-deporte” a edades tempranas. El niño (y el adulto) al irse autosuperando en sus metas y marcas, ya adquiriendo una noción profunda del perfeccionamiento de sus propios recursos personales.
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Desde niños: Desde La más tierna infancia se modelan este tipo de
temperamentos y caracteres, altamente determinados por el núcleo familiar y las
primeras instituciones (escuela, iglesia) a las que accede el niño. Pero
también en el club, el deporte operará como un modificador, contenedor y
canalizador del temperamento y carácter infantil.
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Los niños al competir tanto desde los
juegos como desde los deportes adecuados a sus posibilidades, van
paulatinamente desarrollando habilidades físicas y psicológicas con las que a
posteriori podría manejarse con mayor facilidad y éxito en la vida adulta.
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Al respecto faltarían estudios que confirmasen o no la presente hipótesis. Pero, hoy ya nadie niega la fundamental importancia del deporte como recreación y como formador de conductas positivas.
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El hecho que el niño prefiera juegos individuales o grupales nos permitiría suponer que a posteriori se dedicaría a la práctica de deportes de similares características, aunque ésta es una hipótesis que merecería ser corroborada. De hecho el favorecer en el niño el juego-deporte grupales podría incidir en el proceso de socialización y de democratización.
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Al respecto faltarían estudios que confirmasen o no la presente hipótesis. Pero, hoy ya nadie niega la fundamental importancia del deporte como recreación y como formador de conductas positivas.
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El hecho que el niño prefiera juegos individuales o grupales nos permitiría suponer que a posteriori se dedicaría a la práctica de deportes de similares características, aunque ésta es una hipótesis que merecería ser corroborada. De hecho el favorecer en el niño el juego-deporte grupales podría incidir en el proceso de socialización y de democratización.
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Todas aquellas personas que realizan
actividades deportivas grupales, aprenden a manejar más hábilmente sus
capacidades competitivas. Al mismo tiempo, en un equipo no se tendrán en cuenta
las diferencias religiosas, sociales, raciales, económicas. Cuando el equipo
compite estas diferencias tienden a neutralizarse en pos del objetivo común, el
éxito del grupo.
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La tolerancia, la comprensión, el espíritu de
cuerpo encontrados en los equipos deportivos, modifican la estructura
individual de cada jugador permitiéndole canalizar sus aspectos negativos
dentro de un marco competitivo integral e integrante.
Siempre un equipo será más atrayente para las
grandes masas. En los deportes en los que actúa más de una persona es más fácil
identificarse y ser uno de los que juegan. En estos equipos el niño no solo
aprenderán reglas que regulan su personalidad individual sino que lo integra a
un grupo que puede obtener con más facilidad el reconocimiento del público,
entre quienes se encontrará el padre y familiares así como profesores y amigos,
lo cuál aumenta en forma consecuente su autoestima.
Si la actividad deportiva favorece el
desarrollo del niño por consecuencia directa favorecerá la misma estructura familiar
y cuando más significativa serán entonces aquel deporte practicado por toda la
familia. Le brecha generaciones será atenuada y jerarquizado mucho más el
factor integración que el factor etario.
Dr. Jorge G. Garzarelli
Universidad del Salvador (Argentina)
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