Las características de este síndrome son difíciles de ser detectadas por los padres del niño afectado, pero fáciles de reconocerse en niños ajenos. Imagínense que los colocan con los ojos vendados a pocos centímetros de distancia de una fotografía enorme. Al quitarles la venda y preguntarles sobre su contenido, tendrían que decir que sólo ven puntitos y no reconocen ninguna imagen. Pero si dan varios pasos atrás, con toda facilidad distinguirán el paisaje y sus detalles.
Lo mismo les ocurre con sus hijos. Los tienen tan cerca que no pueden muchas veces saber cuáles son, ni de dónde provienen sus dificultades. Pero el vecino, que no tiene la misma liga emocional, los puede apreciar con toda claridad.
Como escuché una vez decir en broma:
La solución para que no hubiera niños malcriados en el mundo sería que intercambiáramos hijos. Todos sabemos cómo deberíamos educar a los niños del vecino.
La solución para que no hubiera niños malcriados en el mundo sería que intercambiáramos hijos. Todos sabemos cómo deberíamos educar a los niños del vecino.
El niño consentido es demandante, egoísta, caprichoso y francamente antipático. Nadie disfruta de su compañía. Desgraciadamente somos los últimos en querer darnos cuenta que nuestros hijos están consentidos.
Entramos en una etapa de “negación” en donde pensamos que todos están mal, y únicamente nosotros tenemos la razón. Recuerdo cuando haciendo un ejercicio de movimiento con un grupo de 30 personas, nos dieron instrucciones y yo avance al frente mientras todo el grupo caminaba en sentido contrario.
Mientras veía a las 29 personas caminar en dirección opuesta a la mía, pensé, “¡Que tontos, todos se equivocaron!” Ahora con asombro me doy cuenta de mi arrogancia. Fui capaz de pensar que 29 personas estaban en el error antes de considerar que “quizás yo había entendido mal las indicaciones.”
¿Esto nos puede ocurrir con nuestros hijos?
Nos aferramos en que estamos en lo cierto, en lo correcto, aunque claramente todos a nuestro alrededor nos están dando claras señales de que vamos por el camino equivocado. No pedimos opiniones porque sabemos que no nos convienen, y nos volvemos ciegos ante una realidad que no queremos tomar en cuenta.
Resulta increíble que podamos ser personas muy capaces, inteligentes e inclusive exitosas en otras áreas de nuestras vidas, tener títulos o condecoraciones, pero al mismo tiempo ser totalmente insensatos con relación a nuestros hijos. Que lo que jamás admitiríamos por ningún motivo en un empleado o un amigo, lo toleramos, en cambio, de nuestros hijos. Permitimos que sean groseros, nos insulten y en algunos casos, hasta nos golpeen.
Si quieren prevenir el Síndrome del Niño Consentido en sus hijos, tomen un poco de distancia para verlos con mayor objetividad, abran bien los oídos cuando les hagan comentarios sobre ellos, escuchen con atención a sus maestros y no tomen lo que les dicen de manera personal. Así podrán educarlos para que sean respetuosos y responsables y será un placer convivir con ellos.
Rosa Barocio
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tus opiniones y comentarios