25.2.13

FiLi Cuentos - El rey que no quería bañarse




Las esponjas de baño suelen contar historias muy interesantes.
El único problema es que suelen contarlas en voz muy baja y para oírlas hay que lavarse bien las orejas.

Una esponja me contó una vez lo siguiente: en una época lejana las guerras duraban mucho tiempo. Un rey se iba a la guerra y volvía 30 años después, cansado y sudado de tanto cabalgar, con la espada sucia, oxidada y con un olor difícil de soportar.

Algo así le sucedió al Rey FiLipondio. Se fue de guerra una mañana y volvió 20 años más tarde, protestando porque le dolía todo el cuerpo y de su peculiar olor.

Naturalmente lo primero que hicieron sus amigos, al tratar de abrazarlo fue taparse la nariz por que tenía 20 años de guerra y 20 años sin bañarse, rápidamente fueron a prepararle una bañera con agua caliente y mucho jabón para dejarlo como nuevo.

Pero cuando llego el momento de sumergirse en la bañadera, el Rey FiLipondio se negó.
-no me baño-dijo-¡No me baño y no me baño!
Sus amigos, los príncipes, la parentela real y la corte entera quedaron sorprendidos.
¿Qué le pasa su majestad? Todos le decían ¿Teme oxidarse, despintarse, encogerse o arrugarse…? El rey solo hacia trompas y se metía a su cuarto.

Así pasaron días interminables, pero una mañana ya no pudo aguantarse más el mal olor y el rey atrevió a confesar:

-¡extraño las armas, los soldados, las fortalezas, las batallas! Después de tantos años de guerra, ¿Qué voy a hacer yo sumergido en la bañera o en una regadera de agua tibia? Además de aburrirme, me sentiría ridículo.
Y termino diciendo en tono dramático: ¿Qué soy yo, acaso un rey guerrero o un ratón remojado?
Pensándolo bien, FiLipondio tenía razón. ¿Pero cómo solucionarlo? Pensaron y pensaron mucho, hasta que a Morfy su fiel escudero se le ocurrió una idea. Y con su espada mágica mando hacer un ejército de soldados del tamaño de un dedo pulgar, cada uno con su escudo, su lanza, su caballo, y pintaron los uniformes del mismo color que el de los soldados del rey. También construyeron una nueva fortaleza con puente elevadizo y todo, además de cocodrilos para poner en el foso del castillo. Fabricaron tambores y clarines en miniatura. Y barcos de guerra que navegaban empujándolos con la mano o a soplidos.

Todo esto lo metieron en la bañadera del rey, junto con algunos dragones de jabón para combatir contra ellos y librar mil batallas.
El rey FiLipondio quedo fascinado ¡era justo lo que necesitaba!
Ligero como un pingüino, se zambullo en el agua. Alineo a sus soldados y ahí nomás inicio un zafarrancho de salpicaduras y combate.
Según su costumbre, daba órdenes y contraordenes. Hacía sonar la corneta y gritaba:
¡Aquí estoy mis odiados enemigos!
-¡avanzad, mis valientes! Club, club. ¡No huyan, cobardes! ¡Por el flanco derecho! ¡Por el flanco izquierdo! ¡Por la popa…!
¡Ataquen mis guerreros!
Y cosas así.

La esponja me contó que después no había forma de sacarlo del agua.

También que esa costumbre queda para siempre.
Es por eso que todavía hoy, cuando los chicos se van a bañar, llevan sus soldados, sus barcos, sus patitos, sus muñecos, sus balones, sus aviones, sus juguetes preferidos y sus patas de rana.
Y si no hacen eso, cuénteme lo aburrido que es bañarse.
Autor: Ema Wolf
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Y colorín colorado este cuento se ha terminado
Y colorín colorito este cuento esta bonito.

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