A los dos años,
muchos prefieren alargar la hora de irse a la cama. Pero no siempre se trata de
un simple capricho infantil. Detrás de esa negativa rotunda a acostarse,
normalmente suele haber un porqué. Conociéndolo, será más fácil ayudar a nuestro
hijo a soñar con los angelitos.
1.
Tiene miedo a quedarse solo
Para muchos, ese período que tienen que pasar
solos y a oscuras resulta cuanto menos inquietante. Por eso, utilizarán
cualquier estrategia a su alcance para evitarlo.
Qué hacer: Los especialistas aconsejan estar
pendientes del niño de forma especial cuando llega el momento de coger el sueño:
acompañarle a la cama, charlar un rato con él en su habitación y estar
presentes, con la luz encendida, hasta que concilie el sueño. De esa forma se
encontrará más seguro y protegido.
No desea perder el tiempo en la cama ahora que ha
descubierto que tiene un mundo fascinante para disfrutar. Y dormido, eso
resulta imposible.
Qué hacer: Las opciones se reducen a dos: hablar
e intentar razonar con él. Quizá no le convenzamos, pero hay
que explicarle que si no duerme bien, al día siguiente no podrá jugar porque no
tendrá fuerzas. Además, los sueños también le sirven para descubrir cosas
nuevas
Algunos niños deciden "castigar" de
alguna forma a sus padres evitando ir a la cama cuando sufren alteraciones del
apego, es decir, del vínculo afectivo que se establece entre la madre o el
padre y el pequeño. Si, por ejemplo, mamá vuelve a trabajar tras dos años
dedicada en exclusiva a su hijo, este entiende que ahora no la tiene sólo para
él.
Qué hacer: Hacerle ver que seguimos pendientes
de él. Lo
que calma a los niños son las situaciones afectivas normales, por
lo que, en lo posible, es bueno que siga siendo la madre quien le acueste si
hasta ahora venía siendo así. También ayudará estar con él todo el tiempo que
los padres puedan durante el día, de forma que el pequeño perciba que nadie se
ha desentendido de él. De cualquier forma, en este tipo de casos la situación
suele resolverse pasadas unas semanas, cuando se habitúe a la nueva rutina.
No querer irse a la cama también puede
deberse a la ausencia de límites. Un niño al que se le permita hace todo lo que
quiere y cuando quiere, no entiende porqué ha de acostarse cuando sus padres lo
digan. Esta causa es menos frecuente, pero posible.
Qué hacer: Lo mejor en estos casos es aplicar el
sentido común. No hay que tomar medidas drásticas:inculcar unas rutinas
estables generalmente soluciona el problema.
- Procurar que pase tiempo en su habitación. Si está acostumbrado a jugar en el salón y únicamente utiliza su cuarto para dormir, no asociará ese lugar a momentos agradables. Si procuramos que juegue de vez en cuando en su habitación, le será más fácil conciliar el sueño en ella.
- Calmarle en su cama. Cuando un niño se despierta en mitad de la noche llamando a papá y a mamá,hay que acudir a su lado y calmarle. Pero hay que hacerlo en su propia cama, para acostumbrarlo a dormir en ella.
- En caso de que vaya a buscar a los padres a su habitación, los pediatras recomiendan cogerle de la mano, llevarlo de nuevo a su cuarto y quedarse un rato con él hasta que concilie de nuevo el sueño.
- Compartir cama con sus compañeros de juegos. Todo lo que dé seguridad y confianza es bueno. Si duerme mejor con su raqueta de tenis, adelante.
- El venerado cuento. Repetir siempre la misma acción antes de apagar la luz les relaja. Leerle un cuento o cantarle bajito una canción son los mejores tranquilizantes.
Rutinas que no fallan
Muchas veces, el secreto para dormir bien es hacer
todos los días lo mismo. Seguir estas normas le ayudará:
- Dormir siempre en un ambiente tranquilo y oscuro.
- Acostarse y levantarse siempre a la misma hora.
- Disminuir, en lo posible, el ruido ambiental.
- No acostarse con hambre o con exceso de líquido.
- Enseñarle a dormirse solo (salvo que sufra algún tipo de anomalía del sueño).
- Limitar la actividad física dos horas antes de acostarse.
- Impedir las siestas muy prolongadas o muy tardías.
- Evitar bebidas o alimentos excitantes (colas, chocolates ).
Autor: Beatriz González y Asesor: Gonzalo Pin,
Director
médico de la Unidad de Sueño Infantil de la Clínica Quirón, de Valencia
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