Aquí les
dejamos unas sencillas instrucciones para llevarlo a cabo, una de las etapas mas hermosas de nuestra vida… iniciamos!
Paso 1. Entiende qué es ser niño. Parece mentira,
pero el olvido es el arma que tiene la indiferencia para hacer de nosotros un
pedazo de plastilina. Si algo tiene un niño es la magia de ignorar
condicionamientos y sujeciones adoptadas: la increíble capacidad de saber que
todo es un juego y decidir divertirse. Pero curiosamente se le pega y castiga
para que “entre en cintura”. Por ello se debería respetar cabalmente la
condición de ser niño, que es tener la sabiduría elemental del momento en la
mano y saber qué hacer con ella.
Paso 2. Crecer es entender. Con la adopción de responsabilidades parecen diluirse las credenciales que uno tiene para jugar, correr y pegar mocos donde quiera. Pero la más fuerte atribución y prebenda que puedes encontrar en este tránsito vital, es precisamente la que un niño reconoce intuitivamente: la de fluir. Por ello sería sabio entender que crecer no es olvidarse de ser niño, sino escucharlo y atenderlo. Diariamente.
Paso 3. Recuérdate. Sobran las broncas y carencias cuando eres niño, pero a diferencia de la edad adulta, las soluciones implementadas suelen ser mucho más eficientes, cuando niño. Imagina verte en un espejo. La imagen que brota es la de tu rostro a los cinco años. ¿Qué necesidades tienes? ¿Qué exigencias haces del mundo? ¿Cuáles son tus preocupaciones? Tal vez los problemas más fuertes de hoy sean los que no lograste captar o identificar desde tu niñez y en una de esas, con la misma simplicidad que un chiquillo, deban ser resueltos.
Paso 4. A jugar. Lo más padre de ser chico es que eres grande. Bastan un envase de lo que sea y unas ligas, clips o lápices para tener la nave nodriza de los alienígenas que invadirán el planeta.
Paso 5. Voltear el mundo. No sólo es un juego. Se trata de lo más serio que pudieras hacer cuando niño. Recostarte en el borde de tu cama y dejar colgar el cuello para ver todo al revés y entender lo relativo que es un objeto designado, como arriba o abajo. Así, el techo se vuelve piso y tienes el aplomo de vencer la fuerza de gravedad con un parpadeo y una sonrisa. Esos son los súper poderes que te vuelven invencible como niño.
Eduardo Navarrete
Paso 2. Crecer es entender. Con la adopción de responsabilidades parecen diluirse las credenciales que uno tiene para jugar, correr y pegar mocos donde quiera. Pero la más fuerte atribución y prebenda que puedes encontrar en este tránsito vital, es precisamente la que un niño reconoce intuitivamente: la de fluir. Por ello sería sabio entender que crecer no es olvidarse de ser niño, sino escucharlo y atenderlo. Diariamente.
Paso 3. Recuérdate. Sobran las broncas y carencias cuando eres niño, pero a diferencia de la edad adulta, las soluciones implementadas suelen ser mucho más eficientes, cuando niño. Imagina verte en un espejo. La imagen que brota es la de tu rostro a los cinco años. ¿Qué necesidades tienes? ¿Qué exigencias haces del mundo? ¿Cuáles son tus preocupaciones? Tal vez los problemas más fuertes de hoy sean los que no lograste captar o identificar desde tu niñez y en una de esas, con la misma simplicidad que un chiquillo, deban ser resueltos.
Paso 4. A jugar. Lo más padre de ser chico es que eres grande. Bastan un envase de lo que sea y unas ligas, clips o lápices para tener la nave nodriza de los alienígenas que invadirán el planeta.
Paso 5. Voltear el mundo. No sólo es un juego. Se trata de lo más serio que pudieras hacer cuando niño. Recostarte en el borde de tu cama y dejar colgar el cuello para ver todo al revés y entender lo relativo que es un objeto designado, como arriba o abajo. Así, el techo se vuelve piso y tienes el aplomo de vencer la fuerza de gravedad con un parpadeo y una sonrisa. Esos son los súper poderes que te vuelven invencible como niño.
Eduardo Navarrete
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