13.4.12

La calculadora en las aulas

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Si usted fuese una calculadora de cuatro operaciones, ¿qué cree que sentiría al llegar frente a las puertas de un centro de Educación Primaria?
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¿Percibiría una atmósfera de bienvenida procedente de un entorno que le abre y franquea sus puertas sin ningún tipo de reserva mental? ¿Experimentaría la frialdad de unas puertas cerradas a cal canto y el rechazo de unos muros inexpugnables para usted?
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¿Ha logrado entrar la calculadora en los colegios de Educación Primaria? ¿O sigue siendo, por el contrario, un instrumento satanizado al que se le niega la participación en el proceso de enseñanza y aprendizaje de las Matemáticas?
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Es muy posible que, a pesar de la creciente presencia de las nuevas tecnologías en el ámbito educativo y de la aparente fe que en ellas se deposita, la desdichada calculadora siga sentada en el bordillo de la acera viendo pasar una larga fila de policubos, tangram, regletas, ábacos, geoplanos, juegos de pesas, balanzas, juegos de medidas de capacidad, tramas, mecanos, dominós, barajas, piezas encajables, espejos, etc., que entran en las escuelas de Primaria con absoluta normalidad y gozan del respeto de toda la comunidad educativa, mientras ella mendiga un gesto de simpatía y una oportunidad. Una simple oportunidad para colaborar en el aprendizaje de los niños y niñas.
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Hace ya años que la defensa del papel didáctico de la calculadora dejó de ser un gesto extravagante de gentes a la moda, para convertirse en una corriente de opinión que considera que es un potente instrumento de cálculo cuya utilidad para mejorar el aprendizaje de las Matemáticas es tan evidente que resulta frívolo y superficial ponerla en duda.
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Dejar a la calculadora fuera de la institución escolar es un lujo que no nos podemos permitir.
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Y ya no son sólo algunos movimientos "vanguardistas" los que defienden el que se le conceda carta de naturaleza en el conjunto de los materiales didácticos incorporados al aula, sino que son las mismas instancias oficiales las que abogan por el fin de esta marginación que sólo puede perjudicar a nuestros más jóvenes alumnos y alumnas.
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Así, la calculadora está presente en el currículum oficial de Educación Primaria dentro del bloque de números, como contenido tanto conceptual (conocimiento de las reglas de uso), como procedimental (utilización de la calculadora) y como actitudinal (confianza en el uso de la calculadora). También aparece como criterio de evaluación, y como orientación al dar por sentado que en el tercer ciclo "el dominio en el uso de las calculadoras sencillas permite realizar cálculos rápidos y exactos con cantidades grandes, al mismo tiempo que permite reflexionar sobre el cálculo".
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Sin embargo, esto nada significará si el común de los profesores y profesoras que tienen que desarrollar el día a día de la Matemáticas en el aula, alberga dudas y reticencias sobre la bondad de su uso en clase.
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Es incuestionable que los alumnos y alumnas deben desarrollar sus habilidades de cálculo con independencia de las máquinas y que es muy importante que hayan interiorizado y automatizado los algoritmos de las operaciones en los diversos conjuntos numéricos estudiados. En este sentido, la calculadora no debe sustituir ni secuestrar ninguna de las capacidades de cálculo y razonamiento del alumnado. Pero, esto no nos puede hacer pensar que la calculadora es negativa "per se". Lo será, si su uso no es el adecuado.
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Sin embargo, una correcta utilización de la calculadora en el aula presenta innumerables ventajas desde el punto de vista de su valor didáctico dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje de las Matemáticas.
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La calculadora es un potentísimo instrumento de cálculo que, sin eliminar la necesidad de que el alumno adquiera unas habilidades generales de cálculo, permite ahorrar el tiempo que ocuparían largas y tediosas operaciones y, así, poder dedicarlo al desarrollo de capacidades generales de razonamiento matemático y a la generalización de conceptos basados en la investigación de pautas y regularidades numéricas.
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Otra ventaja de la calculadora es que es muy motivadora, ya que aporta un componente lúdico que capta la atención y despierta el interés del alumnado.
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Además de ser muy divertida, la calculadora tiene una importantísima característica: no regaña. Es neutral y el alumno no percibe reprobación ni crítica ante las respuestas equivocadas, ni se siente (debido a la intimidad de la relación) en el "ojo del huracán", en el punto de convergencia de las atenciones de todos sus compañeros.
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Un trabajo serio, responsable y planificado con la calculadora, posibilita que se desarrollen y potencien habilidades generales tan importantes como la estimación, el cálculo mental, el planteamiento de hipótesis, la búsqueda de regularidades, la creatividad, la visión espacial y el dominio de las operaciones básicas, entre otras.
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La siguiente actividad, por ejemplo, permite impulsar la capacidad de estimar resultados.
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¿Qué operaciones se esconden detrás de los asteriscos?
( 29 * 18 ) * 46 = 2162
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El alumno o alumna debe probar diversas posibilidades, pero ese proceso de tanteo entraña dos aspectos. Por una parte, el proceso mental de estimación de posibilidades que hará que los niños y niñas no prueben "a tontas y a locas", sino con criterio y, por otro lado, la realización de las necesarias operaciones de comprobación. La calculadora ahorra tiempo y energías en esas comprobaciones. Ese tiempo y esas energías pueden ser empleados en los procesos mentales de estimación.
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Naturalmente, no entregaremos una calculadora a un alumno que tiene que demostrar si sabe o no multiplicar 7 x 8, puesto que ése es un conocimiento que debe adquirir de forma inalienable cualquier persona. Pero, sí la usaremos cuando queramos que se comprenda bien el concepto de multiplicación, planteando esta actividad:
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Realiza la multiplicación 22 x 17 sin utilizar la tecla de multiplicar.
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Por lo tanto, dejando bien sentado que la calculadora no debe sustituir el necesario ejercicio operativo individual tendente a fijar los procesos algorítmicos, es preciso insistir en que puede ser un recurso enriquecedor y eficaz para el trabajo con el bloque de números.
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No debemos olvidar, por otra parte, que el aprendizaje de las Matemáticas requiere mucha experimentación, no sólo en el sentido de la manipulación, sino también en el de la exploración, en el de la búsqueda de posibilidades. La calculadora permite comprobar con rapidez la corrección de los cálculos hechos a mano, y puede ser muy útil para realizar cálculos tediosos. Por otro lado, es un buen punto de partida para motivar el cálculo en general, pero resulta especialmente valiosa para afianzar el cálculo mental y estimativo, a través de la predicción e interpretación de los resultados de la máquina.
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He aquí, por último, algunas de las múltiples ventajas que entraña el uso de la calculadora.
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• Permite localizar campos en los que hay carencias de conocimientos.
• Permite ahorrar tiempos que pueden ser utilizados muy provechosamente en procesos de investigación, de planteamiento de conjeturas, etc.
• Facilita el tratamiento de la diversidad, ya que permite varios niveles de trabajo y de soluciones razonables (cosa recomendada por el propio DCB de Secundaria).
• Permite verificar rápidamente los resultados de cálculos hechos en papel o mentalmente, con la posibilidad de pedir ayuda inmediata a las respuestas erróneas y de detectar posibles errores. El inmediato "feed-back" permite controlar la corrección de lo que se hace.
• Incluso los errores (sobre todo de manejo) son aprovechables, ya que permiten trabajar hábitos de estimación y aproximación, posibilitando, a la vez, procesos de discusión general en clase, Esta discusión colectiva permite a los alumnos profundizar en el conocimiento de los conceptos y rutinas de las Matemáticas.
• Es neutral y no expresa reprobación ni críticas por las respuestas equivocadas, ni coloca al alumno (por la intimidad de la relación) en el punto de convergencia de las atenciones de sus compañeros.
• Pueda comportar una estimulación como reto de superación hacia la máquina y canaliza agresividades hacia la máquina ("tengo que vencerla") en lugar de hacia otros compañeros.
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Con todo, no deja de ser un deber para quienes se dedican a la enseñanza de las Matemáticas procurar que no se descuide el desarrollo de las destrezas apropiadas de cálculo mental y escrito; ni se debe olvidar la necesidad de dar a conocer a los padres su criterio acerca del empleo de la calculadora por los alumnos.
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Por último, acabemos emulando a Perogrullo y digamos que sólo usando la calculadora se puede aprender a usar correctamente la calculadora.
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Y ya que la calculadora es un elemento cotidiano real y, puesto que nuestros alumnos las usan (y las van a usar cada vez más), por lo menos, seamos nosotros, sus profesoras y profesores, quienes les enseñemos a manejarlas correctamente. ¡Quién mejor!
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FERNANDO GARCÍA FRESNEDA  

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