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Érase que se era, en un lugar de las montañas de china, un pueblito llamado Chin-Don-Guan.
En ese pueblito todas las personas festejaban cada año las fiestas del “Gran dragón” desde el siglo nueve.
El baile del “Gran dragón” sería representado por 3 monjes seleccionados de un monasterio que se encontraba en la punta de la montaña del pueblito Chin-Don-Guan.
En Chin-Don-Guan. Era costumbre que los representantes del dragón supieran de memoria los movimientos y las danzas a ritmo de los tambores.
Aquello se escuchaba así:
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
En el monasterio había 3 monjes que sabían lo “especial” que era el dragón de este año y deseaban agradar al rey demostrando que eran los mejores danzantes de todos, la tarde antes del festival uno de ellos salio de su templo silenciosamente para en secreto visitar al rey y mostrarle sus virtudes, sin saber que los otros 2 monjes hacían lo mismo. Camino al palacio, se dieron cuenta que los 3 se dirijan con el rey a intentar mostrar sus habilidades con el dragón, entonces corrieron camino abajo tratando de llegar primero y así impedir que los otros 2 llegaran antes y se lucieran con el rey.
Corrían y corrían y en el correr practicaban su danza y aquello se escuchaba así:
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Saltaban sobre árboles, ríos, cercas, vacas y bueyes, casi como si flotaran sobre el agua, sin dejar de practicar.
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Al llegar al palacio, se toparon con un enorme dragón blanco como la nieve y se quedaron quietos viéndose uno al otro, sorprendidos por la blancura de ese dragón, luego los 3 corrieron al mismo tiempo para agarrarlo e iniciar su danza ante el rey, pero no notaron lo sucios que estaban!!!, lo mancharon y lo rompieron en 3 pedazos, uno se quedó con la cabeza, otro con el cuerpo y el último con la cola. Todo este alboroto llegó a oídos del rey, quien los mandó llamar a su “Sala Privada”, una enorme sala secreta donde casi nadie va. Al llegar ahí los 3 monjes se asombraron al encontrar cientos de dragones de muchos colores, verdes, rojos, amarillos, azules, dorados, plateados. Eran todos los grandes dragones que habían sido usados desde los inicios de las fiestas… todos perfectamente cuidados y muy limpios.
Entonces el rey reprendió fuertemente a los 3 monjes por manchar y romper su dragón blanco como la nieve y de castigo les dijo:
- “Tendrán que buscar alrededor de la montaña al único **Arreglador de dragones** para mostrarle lo que han hecho y preguntarle que puede hacer”
Pero el arreglador de dragones que los fabricaba de papel, paja y seda, solo era visto una vez al año, cuando mandaba el nuevo dragón para el festival y casualmente esa ocasión se festejaba al único dragón blanco en mil años y si no lo reponían esa misma noche tendrían que esperar mil años más para tener otro igual.
Los 3 monjes, reprendidos, regañados y castigados se encaminaron a la montaña en busca del arreglador de dragones pero solo tenían una noche para cumplir con su cometido y regresar para el festival. A media noche, los monjes muy cansados de caminar y de buscar, cayeron en un profundo sueño; en ese sueño vieron a un gran dragón que tenía 4 dedos en cada garra y grandes bigotes, también era muy bueno para volar a pesar de no tener alas, se ayudaba con las corrientes de aire para ascender y descender a placer, sus escamas eran de mil colores y brillaban como si fueran de oro, bronce y plata juntos. Sus ojos eran tan vivos como el fuego, tan tiernos como una flor pero indomables como el mar y además podía transformarse y adoptar muchas formas incluyendo las humanas.
Al amanecer despertaron y encontraron a un viejecillo muy anciano que les preparaba un poco de té y algo de comer y les dijo:
- “parece que están en problemas y además se han quedado dormidos, el festival inicia en 2 horas y ustedes tardarán al menos 3 horas para llegar a la cima de la montaña, ¿Qué es lo que harán?”
Los monjes estaban muy pero muy asustados, además aún tenían el viejo dragón blanco, manchado y roto, decidieron entonces regresar y ofrecer al rey sus vidas para corregir la falta de respeto y lo sobrado de su soberbia y presunción, tomaron aire profundamente y levantando sus caras iniciaron su camino al reino para tomar su tormentoso pero merecido destino y se alejaron del viejecillo caminando con rumbo a el palacio.
A los pocos minutos se toparon nuevamente con el viejecillo muy anciano y nuevamente les preguntó
- “¿Qué es lo que harán?”
Ellos respondieron
- “No podemos hacer nada ya, además no sabemos donde encontrar al arreglador de dragones y ni siquiera sabemos como es”.
El viejecillo les dijo
- “de verdad desean corregir su falta?”
Y ellos respondieron
- “SI, SI, SI”
Y el anciano dijo
- “les ayudaré a cumplir su misión solo con una condición… aprenderán el respeto y la humildad”
Y ellos respondieron
Si claro eso haremos! pero no nos queda tiempo ¿Qué podríamos hacer?.
El viejecillo muy anciano dio 2 golpes al suelo con sus pies y palmeó sus manos fuertemente y como el sol deslumbrante se transformó en un dragón blanco como la nieve y pidió subieran en su lomo y en instantes se encontraba volando por el cielo como si tuviera alas, ascendía y descendía por las corrientes de aire, hasta llegar a la parte trasera del palacio del rey, al llegar ahí los 3 monjes recordaron que habían dejado olvidado el sucio y roto dragón blanco y le preguntaron al dragón:
- Que haremos, si ya estamos aquí pero aún no tenemos un dragón para el festejo
Y el Gran dragón Blanco les respondió
- “Antes de bajar del mi lomo sujétense muy fuerte de mi cabeza, de mi cuerpo y de mi cola y cierren sus ojos”
Y en un segundo se transformó de nuevo en aquel viejecillo muy anciano que se fue caminando lentamente hacia la montaña diciendo:
- “Respeto y Humildad… Respeto y Humildad”
Al abrir los ojos los 3 monjes tenían en sus manos un nuevo y gran dragón blanco como la nieve, listo para la fiesta milenaria que estaba por comenzar. Y entre los 3 danzaron:
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Suenan los tambores, los de mil colores, suenan los tambores y danzan así.
Y así el gran pueblo de Chin-Don-Guan pudo continuar con su tradicional festejo del gran dragón sin olvidar nunca el respeto y la humildad.
Y colorín colorado este cuento se ha terminado
Y colorín colorito este cuento está bonito.
Luis Lagos
Excelente!
ResponderBorrarnos gusto mucho este cuento, sigue escribiendo.
un abrazo
Excelente cuento, con cultura y ense/nanza
ResponderBorrarlalo